domingo, noviembre 18, 2007

domingo

Escrito por pablo @ 3:54 p. m.

Antes, tomo un café con leche y unas galletitas que acompañan, aunque el horario no sea el indicado. Los horarios los traspaso, y el desorden me convoca. Para contar un sueño, antes hay que desayunar, porque sino se cumplen. Siempre desayune, antes. Y algunos de estos fueron buenos. Nunca probé contarlos para que se cumplan. El primer sábado de calor en Buenos Aires, y todo sigue más o menos igual. Diciembre es el fin del ciclo, a pesar de que pensamos el futuro como se piensa una línea. Entre la noche y la mañana se me mezcla las imágenes y los diálogos, finalmente conseguimos un pasaje a Brasil, para poder llegar hasta Bahía, que es tan caro. El señor que vende los pasajes tiene un escritorio de librería comercial, sin embargo me parece totalmente natural. Mi problema es el horario, debo estar a las 11.40. Exacto. Y yo estoy trabajando hasta entonces, por otro lado, nunca pago el pasaje. Y en el medio tengo que terminar mi trabajo, que nunca se bien en que consiste pero debo terminarlo antes de retirarme del país. Entonces, es cuando catastróficamente pierdo mi vuelo. Porque claro, son las 11.40 y sigo trabajando. La abuela L siempre tuvo la precaución de ir dos o tres horas antes a las estaciones de autobús para no perder los pasajes, incluso una vez espero más de 6 horas en la estación de trenes para ir a Buenos Aires, y así llegar a tiempo. Me rió cuando me cuenta esta anécdota. En ese momento, mientras el fuma un cigarrillo en la entrada del aeropuerto, todos abordan en avión y nosotros perdemos nuestro vuelo. Y pasa de verdad.