jueves, febrero 14, 2008

una crítica sobre el libro que se publicó recientemente

Escrito por pablo @ 8:32 p. m.


Ensayo
Un análisis en neohabla
Sábado 9 de febrero de 2008 | Publicado en la Edición impres

Cine y fotografía como intervención política
Susana Sel (compiladora)
Prometeo
$39

Si alguien tuviera dudas acerca de que las palabras son capaces de esconder la realidad, la lectura de la mayoría de los ensayos que componen Cine y fotografía como intervención política bastaría para convencerlo. Ajenos por completo a una mirada crítica sobre los fenómenos que analizan, casi todos los autores -con la destacable excepción de María F. Mazzadi y Pablo Boido- insisten en el uso de una jerga que agrede tanto el castellano como la paciencia del lector.

No ocurre que el tema sea menor ni poco interesante. Por lo contrario, entender cómo el cine y la fotografía han estado ligados a la historia política, y poder analizar esos vínculos es tarea mayor de la sociología del arte. Baste mencionar los clásicos De Caligari a Hitler , de Sigfried Kracauer, y Kino , de Jay Leyda, o los más cercanos Crowd Scenes, de Michael Tratner y Leni Riefenstahl: The Seduction of Genius , de Rother y Bott, entre tantos.

Pero el grueso de los autores convocados por Susana Sel para la recopilación deja a un lado la mínima exigencia que se requiere para un trabajo de esta clase: una mirada crítica. Un enfoque que prescinda de la "neohabla" de los protagonistas de la historia y recurra a un léxico acorde con su misión interpretativa y analítica. De lo contrario, y es lo que ocurre a lo largo de casi todas estas páginas, la imprescindible distancia entre observador y fenómeno se disuelve mediante la adopción del lenguaje del "objeto" por parte de quien lo examina.

Al unísono con este entremezclarse de los lugares del estudioso y el estudiado, en numerosos artículos se produce una confusión entre lo que se puede denominar cine político o de propaganda con cine documental. Si bien este último aspira a un firme apego a la realidad (a diferencia de la narración de ficción, típica de la otra vertiente cinematográfica tradicional), no es válido empastar dos conceptos diferentes. Pues una cosa es el cine documental stricto sensu y otra el cine político o de propaganda. Si se aceptara la confusión tan patente en este libro, sería válido pensar que El Acorazado Potemkin podría ser cine documental. O, como asombrosamente dice Sel en la introducción: "Luchino Visconti y Roberto Rossellini, entre otros, encontraron en la producción documental un medio de denuncia y concientización".

Vale para concluir lo dicho por Carlos Braun, uno de los hacedores del cine político argentino de principios de este siglo, citado por Mazzadi y Boido: "Hacer propaganda, mostrar lo que los grandes medios no muestran. ¿Está mal hacer propaganda? ¿Está bien hacer propaganda? Depende de lo que digas " Elogiable sinceridad de alguien que debió ser escuchado por los autores de los restantes textos de esta recopilación.

Julio Orione